Turismo sobre tres ruedas en Beijing
Los interminables, eternos y constantes atascos que sufre el asfalto de Beijing tienen una escurridiza a la par que arriesgada salida. Los ciclo taxis circulan a su aire dibujando caminos que parecen no existir pero que ellos trazan sobre sus tres ruedas. Destartalados, con una segunda mano de pintura, modernos y hasta tuneados puedes encontrar este tipo de vehículos que se mueve como pez en el agua por las zonas más turísticas de la ciudad.
El precio es una incógnita que siempre se debe aclarar antes de subir a ellos. Quizás algo más caros que un taxi, según el trayecto, pero siempre más emocionante esta carrera que la que marca el taxímetro. De tres ruedas, en su parte delantera se encuentra el conductor y el manillar con el que dirige el vehículo, atrás un estrecho módulo con un asiento para dos personas o las que entren y una pequeña ventana para poder respirar y ver el espectáculo que sucede ante el viajero a no mucha velocidad, aunque parezca lo contrario, así son estos ciclo taxis que circulan a diario esquivando a los miles de coches parados en un asfalto que no se ve por tanto chasis y neumático.
Sus conductores apenas saben inglés pero, entenderse saben hacerlo a la perfección y es difícil bajarles el precio más de lo que ellos quieren. Saben que sus clientes son aquellos que no han encontrado taxis o no se atreven a coger los autobuses, y conocedores de su necesidad, conscientes de que son en ese momento una gran baza como medio de transporte no se cortan a la hora de pedir dinero. La maña, el buen arte para el regateo, serán fundamentales para poder subirse en uno de ellos a un precio asequible.
Una vez dentro del ciclo taxi la vulnerabilidad respecto al resto del tráfico rodado es patente. Frágiles, pequeños, conducidos por un hombre que no suele respetar las señales y que no le gusta frenar. El viajero asombrado y asustado, el chofer sonriente y un poco despistado, es la imagen que se observa desde fuera. La sensación de que se va chocar con algo o con alguien es constante y hasta que no se llega al destino no se respira de alivio.
Con seguridad al final del trayecto el conductor jugará con el dinero que le has dado e intentará pedirte más, a pesar de haber acordado el precio, hay que ser paciente y ponerse serio, pero finalmente te cobrará lo estipulado. El viaje merece la pena, ver Beijing subido en un ciclo taxi es una experiencia temeraria y distinta.
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