Dali, una ciudad fortificada
Dali, en la provincia de Yunnan, es un popular destino de China, y nadie se sorprenderá de ello. Su historia se remonta al año 1382, cuando fue edificada bajo el imperio de la dinastía Ming. Sus murallas de casi 8 metros de altura, gruesas como para resistir cualquier embate, dan acceso a la ciudad a través de cuatro puertas.
Además de la peculiaridad de su arquitectura, lo que hace a Dali tan especial es la naturaleza que la rodea. Montañas de hasta 4000 metros, el lago Erhai que brilla calmo bajo el sol milenario. La población del valle, conformada por minorías étnicas, son sin dudas un tesoro para descubrir. Las casas de piedra decoradas en madera son hogar de los Bai, que captan la atención debido a sus vestimentas coloridas.
Las torres de Dali son un lugar privilegiado para observar la belleza que circunda sus murallas. Entrando por la puerta meridional, se accede de inmediato a una de ellas, abierta al público, y desde allí las panorámicas que nos regala esta región se convierten en una imagen inolvidable.
En tierra firme, bares y cafés abundan y permiten a los viajantes tomar un merecido descanso. Los platillos de comida china son tan tradicionales como pueda esperarse, pero también se ofrecen menús de cocina occidental, para que aquellos que provienen de esta parte del mundo no extrañen tanto su tierra.
Los mercados étnicos que se despliegan en cada rincón de Dali son otro espectáculo para contemplar… ¡y además participar!. Se pueden adquirir allí desde objetos de artesanía elaboradas en mármol o madera, hasta maravillosos tintes para telas. Los bordados son verdaderamente hermosos, y también un lindo recuerdo de estos parajes.
A los amantes del aire libre, Dali abre sus puertas y propone todo tipo de actividades. Practicar trekking por su magnífico escenario natural y navegar en las aguas del lago son las dos atracciones principales con las que cuenta.
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