Mar de neon en Hong Kong

Luces de neon en Hong Kong

Hong Kong es mucho más que la isla. En el mainland de China, Kowloon, se encuentra el centro de toda la actividad fuera de lo extravagante y el lujo. Nathan Road es la arteria principal de la Península de Kowloon, uno de los lugares más densamente poblados del mundo.

La actividad es frenética, calles atestadas de gente y comercios abiertos hasta la media noche. Infinidad de edificios se suceden separados por unos pocos centímetros de distancia apuntando hacia el cielo por la falta de espacio que ahoga y eleva los precios del alquiler por las nubes. Sus fachadas están decoradas por un mar de carteles de neón que reproducen el horror vacui, convirtiendo el ambiente en algo esquizofrénico pero con un aire que recuerda a la película de Blade Runner.

Conocida como “La Milla de Oro” por los destellos de luz que emiten sus numerosos carteles de neón que pueblan ambos lados de la calle tapándose unos a otros. De Norte a Sur atraviesa la península terminando en Salisbury Road, muy cerca de la Avenida de las Estrellas, desde donde se tiene una vista tan increíble como descansada del skyline de la isla de Hong Kong.

Taxis, autobuses de dos pisos y tranvías, copan el mínimo asfalto que hay en la Península de Kowloon, dejando a un lado los ferries que se utilizan para cruzar a la isla de Hong Kong. Hombres y mujeres de ojos rasgados caminando a toda prisa y que hablan en inglés, bajo una luz fluorescente que marea y seduce a la vez. Así es Hong Kong, grande pero pequeño por la cantidad de población que tiene, por la cantidad de construcciones que se levantan cada día, por esa concentración mezcla de personas, ladrillo y cemento.

Un cielo color plomo, una humedad que empapa y no refresca y sin noticias del sol. La luz que ilumina la ciudad proviene de los neones que anuncian tiendas de electrónica, establecimientos de comida rápida, sórdidos hoteles provistos de un encanto que hay que saber apreciar, locales de dudoso buen gusto y un etc. tan largo como los haces de luz que desprenden esos neones que nos presentan “La Caja China” como un destino, como una chincheta que no debe faltar en nuestro particular mapa de lugares visitados.

No busquen un interruptor, se correría el riesgo de apagar la vida, quiero decir la luz, de una ciudad tan grande como concentrada, de una ciudad tan oscura como iluminada.

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