La esencia de Manila en Hong Kong

Manila en Hong Kong

Cocktail de culturas en una pequeña isla. Eso es Hong Kong. Acostumbrada al aperturismo debido a su colonización por parte de los ingleses hasta 1997, el “Puerto Perfumado”, como su nombre indica, acoge cada año a un gran número de residentes con un pasaporte que no es el hongkonés. La denominación de SAR (Special Administrative Region) adquirida tras la devolución de las tierras ocupadas a China, le otorga esa peculiaridad que atrae tanto a los foráneos que quieren probar suerte en Asia.

Ricos y pobres. Con un empleo fijo o freelancers. En Hong Kong se da cabida a todos los sueños. Aquello que todo el mundo conoce es “Central”, donde se congregan todos los altos ejecutivos y yuppies (los “Young Urban People”). No hay tiempo para el descanso y las oficinas encienden sus luces desde las seis de la mañana hasta las siete de la tarde. La Bolsa es complicada y les mantienen ocupados prácticamente todo el día sin momento para la sobremesa que se la llevan de camino al trabajo en vaso de cartón con el logo de alguna multinacional del café.

Ausencia de horas libres que se complementa con los servicios de la otra gran parte de la población de Hong Kong, las filipinas. En un régimen de exclusividad para realizar un trabajo de interna en un hogar, cada año miles de mujeres filipinas viajan a esta isla para conseguir ese dinero que mantenga a la familia en su propia tierra. Llegan con un solo objetivo y, en consecuencia, con una sola posibilidad.

Las mujeres que se dedican a los trabajos de la casa de un yuppi obtienen una visa exclusiva que sólo les permite ejercer esa profesión por el precio de 300 euros. No pueden optar a más y, si lo hacen, estarían infringiendo la ley. Trabajan a destajo de sol a sol, de lunes a sábado. Su día de ocio es el domingo, momento en el que se lanzan a las calles para jugar, comer y conversar con sus amigas que están en la misma situación. Las pasarelas hongkonesas adquieren una esencia filipina que impresiona y con la que conviven más de un millón de habitantes de la isla.

Por un día, los grandes bancos que dibujan la estampa del famoso skyline dejan de lado la actividad bursátil por un Manila improvisado. Su papel es tan esencial como encubierto ya que ellas son las responsables de que los altos ejecutivos vayan con sus trajes impolutos.

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