Qin Shi Huang, el primer emperador de China

Qin Shi Huang

En la historia de China existen muchos emperadores. Algunos más importantes, otros más queridos y otros más odiados. No obstante, por encima de todos ellos debemos fijarnos en la figura de Qin Shi Huang, rey del estado chino Qin y el primer emperador de China.

Este hombre, nacido en el año 260 a.C., fue el que unificó China allá por el año 221 a.C, siendo así el claro vencedor de los siete estados que conformaban el periodo de los Estados Combatientes.

Tras la expansión militar y la unificación de los estados, Qin se autoproclamó como Shi Huang Di, o lo que es lo mismo, el primer emperador; y es que estaba convencido de que había comenzado una dinastía que no tenía fin, reuniendo así todo aquel terreno que pensaba le pertenecía a ojos divinos.

Qin se ponía así al mismo nivel que los dioses anunciando que sería emperador y que por ello contaba con el derecho divino para gobernar la nueva China. Así, entre algunas de sus medidas y obras destacan el mandato de tallar edictos en una nueva escritura que desarrolló, en los muros de las montañas sagradas que se ubican alrededor de China.

Las cosas cambiaron considerablemente cuando Qin llegó al poder. Estandarizó los pesos y las medidas, la moneda e incluso los ejes de las carreteras. Así, mejoró entre otros la circulación en las vías, facilitando así la creación de nuevos caminos que pudieran tener todo su reino completamente conectado.

Su proyecto de unificación pasó también por establecer un amplísimo aparato burocrático. Decidió dividir el imperio en treinta y seis comandancias en las cuales puso al frente a un gobernador civil, uno militar y un inspector imperial o delegado del gobierno. Asimismo, estas comandancias se subdividían en condados, que a su vez estaban gobernados por magistrados que dependían únicamente del delegado de gobierno.

Se cubrió perfectamente las espaldas, pues lo cierto es que ninguno de esos cargos era hereditario, así pues, si alguien molestaba, directamente era destituido. Su única intención era evitar la creación de pequeños estados y dar así más importancia al poder central.

Si bien Qin realizó un trabajo ejemplar en temas de unificación, también fue considerado como uno de los emperadores más déspotas y tiranos. Intentó sofocar las rebeliones con mano dura. Aniquiló a los herejes y quemó la literatura clásica, dejando tan sólo los libros de medicina, adivinación y agricultura. Asimismo, entre sus acciones más horribles está la de enterrar vivos a 460 confucionistas.

Junto a su primer ministro Li Si, el emperador comenzó a realizar los proyectos precursores a la Gran Muralla China.

Podemos decir en resumen que aunque fue un emperador que la historia recordará por su crueldad, a día de hoy se sigue viendo como una figura imprescindible en la historia de china, capaz de unificar los territorios dando lugar al gran país que encontramos hoy.

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Categorias: Historia sobre China



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